Qué día tan bonito
Ya es tarde para responder a la pregunta «¿qué quieres ser de mayor?» pero si me volviesen a preguntar, contestaría que quiero ser como mi hija. Feliz y despreocupada, una maestra zen en su corta vida de tres años. Yo también quiero esa magia de los niños.
Todos los días cuando se despierta, descorre las tupidas cortinas de su ventana para comprobar si ya es de día. Después de mirar al cielo y a su alrededor, me dice «mira mami, qué día tan bonito». Y eso resume su filosofía, la de mirar con ojos nuevos y curiosos cada vez, un papel en blanco para llenar de aventuras, sorpresas y aprender algo diferente.
Cualquier día es bonito para ella, algunos preciosos si son soleados, pero todos merecedores de su aprecio. Cuando está lluvioso (algo muy recurrente) y comento «qué pena, vaya día tan feo hace», ella me mira con ojos extrañados y dice «pero mami, la lluvia también me gusta, también es bonita». Al preguntarle qué le gusta de un día lluvioso, piensa unos segundos y me dice «pues mojarme, saltar en los charcos, buscar caracoles»